El terremoto de las comunicaciones

Artículo de Pablo Bello, ex Subsecretario de Telecomunicaciones del Gobierno de Chile, publicado en el Observatorio de Medios FUCATEL.

No se le puede pedir a las redes comerciales, diseñadas para operar en un contexto de normalidad, que sean el soporte de las comunicaciones en una situación como la que hemos enfrentado. Sin desmedro de lo anterior, también se requiere hacer una evaluación respecto de las capacidades de las redes comerciales para enfrentar situaciones de excepción.

Inmediatamente después del terremoto Chile quedó incomunicado. Durante los segundos, minutos, horas y, en algunos casos, días siguientes al 27 de febrero se produjo una crisis en nuestros sistemas de comunicaciones. Las llamadas telefónicas no se podían cursar, las redes indicaban una permanente congestión, en muchos casos la desesperación por comunicarnos con algún familiar nos hacía insistir e insistir, hallando siempre la misma respuesta… “red ocupada”, “error en la comunicación”, “número no responde”, o simplemente, silencio.

Vecinos protestan por nuevas antenas de celulares en barrios residenciales No fue eso sin embargo lo más grave. Durante las primeras horas posteriores después de las 03:34 del sábado, en la ONEMI no había forma de saber la real dimensión de lo que había pasado y estaba pasando en el país. Nos vimos envueltos en un complejo estado de desinformación, de datos contradictorios (incluyendo las trágicamente fallidas alertas de Tsunami), carencia de reportes concretos de situación y la imposibilidad de establecer contacto con las autoridades locales en las zonas más cercanas al epicentro, hundiéndonos en lo que Clausewitz denominó “la niebla de la guerra”. En ese contexto era materialmente imposible proceder con acciones de respuesta inmediata ni menos proceder a planificar la estrategia de ayuda. Las comunicaciones de los servicios de emergencia fallaron estrepitosamente. Hay que decirlo también, lo mismo ocurrió con las comunicaciones de las Fuerzas Armadas y de Orden.

La primera conclusión de esta tragedia es algo que debió haber sido evidente: las comunicaciones de emergencia no pueden depender de los sistemas comerciales de telecomunicaciones. Es indispensable revisar por qué fallaron las redes de la ONEMI y de las FF.AA. y tomar las medidas pertinentes para que una situación como ésta no se repita jamás.

He planteado la necesidad de crear una empresa pública de carácter no comercial, dependiente del Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas, que tenga capacidad operativa y administre un sistema integral de comunicaciones de emergencia que sea robusto y confiable, con capacidad de desplegarse territorialmente en casos como el recién pasado. Es indispensable que dicho sistema asegure la interoperabilidad y confiabilidad de las redes propias de cada institución y que tome el control de las mismas en circunstancias calificadas para asegurar que la información fluya en forma adecuada y que la cadena de mando pueda operar, lo que es indispensable en situaciones de crisis. Como lamentablemente se ha demostrado en este caso, la sola coordinación previa entre las instituciones no es suficiente.

Las comunicaciones de los servicios de emergencia fallaron estrepitosamente y lo mismo ocurrió con las comunicaciones de las Fuerzas Armadas y de Orden. No se le puede pedir a las redes comerciales, diseñadas para operar en un contexto de normalidad, que sean el soporte de las comunicaciones en una situación como la que hemos enfrentado. Sin desmedro de lo anterior, también se requiere hacer una evaluación respecto de las capacidades de las redes comerciales para enfrentar situaciones de excepción.

Vayamos por parte. En relación a la capacidad de respuesta de las empresas una vez ocurrido el terremoto, tengo la absoluta convicción que, sin excepción, y con el apoyo del Gobierno, todas las empresas destinaron el mayor esfuerzo humano y todos los medios disponibles para lograr la más rápida recuperación de las redes y los servicios que eran técnicamente posibles.

Respecto a la prevención, hay que hacer también una distinción. Las redes y sus sistemas principales soportaron prácticamente sin daño físico el terremoto, con excepción obvia de las redes de acceso domiciliario en las zonas en las que cayeron las postaciones o en las que el mar inundó centrales y equipos, y algunos cortes menores en los tendidos de fibra óptica. Desde el punto de vista estructural, las redes de telecomunicaciones cumplieron más que adecuadamente.

¿Por qué fue entonces que no pudimos comunicarnos? El principal problema fue la congestión de las redes y la dependencia del suministro de energía eléctrica para su operación.

Respecto de lo primero, las redes de telecomunicaciones se dimensionan para los peaks de tráfico previstos en un contexto de normalidad. No se diseñan para situaciones de emergencia o para circunstancias de alta demanda (por ejemplo, año nuevo). Si así lo hicieran, las inversiones requeridas serían varias veces superiores a las actuales lo que redundaría en un mayor precio de los servicios. El símil de las carreteras es adecuado: no se hacen autopistas de 12 carriles por lado para cubrir la demanda de año nuevo, sino que para la capacidad necesaria en la mayor cantidad del tiempo.

La pregunta relevante es cuál es esa capacidad de red que consideramos razonable y por la que estamos dispuestos a pagar.

Seamos claros: la congestión en circunstancias como las vividas es inevitable.

Todos queríamos hablar al mismo tiempo y las redes no son (ni serán) capaces de procesar ese tráfico. Este no es un problema técnico sino que económico y social. Económico, porque como ya dijimos el costo de tener una red capaz de administrar tal nivel de demanda es impagable. Social, porque la expansión de la capacidad de red requiere la instalación de más antenas, lo que la ciudadanía todavía no termina de entender. Es contradictorio exigir más capacidad de red y oponerse a la instalación de antenas.

No estoy diciendo en ningún caso que las capacidades actuales para enfrentar las situaciones de congestión sean las adecuadas. Esta es una materia en la que la evaluación de la capacidad real de las redes y la comparación internacional son fundamentales.

En mi opinión, lo relevante es más que evitar la congestión resolver cómo se administra. Hay medidas que suenan razonables pero que realmente no son una solución. Por ejemplo, establecer un sistema de roaming automático en casos de emergencia muy posiblemente eleve aún más la congestión y haga más difícil la comunicación, además que desincentiva a las empresas por solucionar rápidamente el problema de servicio.

En situaciones de congestión se debe racionalizar el uso.

Algunas ideas en tal sentido: degradadar la calidad de voz para permitir más llamadas, establecer tiempos máximos de duración a las llamadas, o derechamente restringir las llamadas durante un tiempo y dejar habilitadas solamente las comunicaciones a los servicios de emergencia, caso en el que el roaming si es necesario, dejando la mensajería de texto y/o las redes de datos para uso de la ciudadanía.

En relación a la energía, el terremoto y el apagón recién pasado revelaron crudamente la dependencia de las redes de telecomunicaciones al suministro eléctrico tradicional y por tanto, demostraron su vulnerabilidad. Este es un tema que deberá ser revisado por las autoridades y la industria, con seriedad y mirada de largo plazo.

Se deberá evaluar con detención si los sistemas de respaldo energético con los que actualmente operan las redes son los adecuados. Pienso que en este ámbito se puede hacer mucho más. Se debe tener presente, sin embargo, que no es posible administrar un sistema de respaldo basado exclusivamente en grupos de generación eléctrica a petróleo para alimentar los cientos de centrales, nodos y miles de radiobases que constituyen la red. La logística de distribución de combustible para alimentar esos grupos en un contexto como el ocurrido supone un problema prácticamente insalvable, especialmente cuando se dan simultáneamente problemas de seguridad. En ese sentido, creo que la opción es usar energía solar y/u otras formas de energía de generación autónoma (p.e. eólica) para cargar las baterías de respaldo una vez que estas se agoten.

Los servicios de telecomunicaciones deben ganar en mayor autonomía del suministro eléctrico, al mismo tiempo que debe garantizarse que los sistemas de respaldo estén equitativamente dispuestos para toda la población.

Como ex-Subsecretario de Telecomunicaciones indudablemente uno quisiera que estas tareas las hubiésemos hecho antes. A pesar que hace más de un año iniciamos el trabajo de diseñar una política de protección de infraestructura crítica de información, fue poco lo que se llegó a avanzar y ciertamente hay allí importantes desafíos pendientes, para los que ofrezco sin duda mi colaboración al nuevo Subsecretario. Claramente las prioridades vistas desde hoy son distintas a las que tuvimos, como país, en su momento.

Sería populista decir que no volveremos a tener congestión en casos críticos como el vivido o que los servicios de telecomunicaciones serán inmunes a la carencia de energía o frente a otras situaciones excepcionales. Lo que no se puede repetir nunca más es que la capacidad de reacción del Estado ante una catástrofe como la pasada dependa de un celular.

Fuente: Observatorio de Medios FUCATEL (Chile).

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Un comentario en “El terremoto de las comunicaciones

  1. Marcos Eguillor

    Excelente artículo y mejor análisis.
    Desgraciadamente nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Me gustaría saber qué planes de acción han sido definidos y como se están ejecutando a este respecto en Chile (como ejemplo) tras una situación tan desgraciada como esta.

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