La sede de la Delegación del Gobierno en Las Palmas de Gran Canaria acogió ayer un sencillo acto en el que una veintena de radioaficionados de la Red Radio de Emergencia (REMER) de Protección Civil fueron distinguidos por la labor que desempeñan desde hace años de manera altruista.
Los pinitos de Antonio Naranjo Naranjo como radioaficionado comenzaron cuando un amigo de su hermano llevó a su casa una emisora de radio. Él apenas contaba con 16 años y, desde entonces no se ha separado del aparato que le acompaña hasta en el coche y gracias al cual ha podido ayudar en situaciones delicadas en las que incluso llegaron a estar vidas en juego. Entre otras cosas, porque desde hace casi dos décadas Naranjo Naranjo forma parte del grupo de voluntarios que trabajan en la Red Radio de Emergencia de Protección Civil (REMER), cuya labor fue ayer distinguida por la Delegación de Gobierno con motivo del Día Mundial del Radioaficionado.
La colaboración entre los radioaficionados españoles y Protección Civil se remonta a los años 60, si bien fue en 1982 cuando dicha relación cooperativa se consolidó gracias a la participación de cientos de personas con este tipo de interés. Fue así como nació la REMER. Y tan solo en Canarias la organización cuenta con cerca de un centenar de componentes de los que 63 se encuentran en la provincia de Las Palmas. De ellos, una veintena recogió ayer un diploma de manos de la delegada del Gobierno en Canarias, Mercedes Roldós, que también estuvo acompañada por el subdelegado en Las Palmas, Luis Miguel Molina, durante el acto en el que se quiso premiar el trabajo altruista de quienes «funcionan cuando todo lo demás falla».
Entre los galardonados de esta edición estaba Naranjo, quien acudió a la sencilla ceremonia acompañado por su mujer, Ana García. Hace 18 años que él entró a formar parte de esta unidad que se estructura y actúa bajo el conocido como Plan Mercurio. Al igual que su afición, conoció la REMER por amigos que le llevaron a «descubrir» lo interesante que es la labor que este equipo desarrolla. Como sus compañeros, ha participado en numerosas actuaciones en las que su intervención ha contribuido a rescates o a evitar que haya más caos en situaciones difíciles como pueden ser catástrofes naturales.
No obstante, Antonio Naranjo recuerda de manera especial sus inicios, cuando la radioafición tenía cierta persecución y encima él era menor de edad. «Empecé en banda ciudadana porque entonces no había indicativos, y lo primero que hice fue aprender el código Q para poder hablar con personas extranjeras». Esto le llevó a entablar comunicación en países de todo el mundo como Francia, Italia, México, o Estados Unidos; así como hacer infinidad de amigos repartidos por todos los continentes. La primera prueba no tardó mucho en llegarle.
Apenas había pasado un año cuando recibió el aviso de que un chico de la Isla necesitaba un medicamento que no se encontraba con facilidad y que carecía de existencia en el Archipiélago. De manera que se puso manos a la obra y logró contactar con alguien en Atenas, Grecia, que le ayudó a conseguirlo. «Lo mejor de toda esta historia es que durante la comunicación muchas personas estaban oyendo mi petición y todas terminaron mandando el medicamento y llegó aquí medio transporte cargado».
Otra de las anécdotas que le vienen a la mente es la del español que fue rescatado tras caer en un puente de un país africano. «Me enteré de que no podían acceder a él y de que necesitaban para ello un avión que saliese desde Canarias, así que llamé a la policía y conseguimos que así fuese», relató quien tiene por indicativo EA8BQZ. Y es que según aseguró, a él le «pasa siempre todo», entre otras cosas porque siempre está pegado a «las siete u ocho» radios que tiene en su casa o, en su defecto, a la que lleva en el coche. Así que en más de una ocasión se ha visto colocándose el chaleco de Protección Civil para dirigir el tráfico hasta que llegan los efectivos cuando ha presenciado o le pilla cerca algún accidente de tráfico.
Este tipo de incidentes no son los únicos en los que colaboran los componentes del Remer. De hecho, su participación ha estado presente en elecciones municipales, regionales y nacionales; además de en eventos deportivos, simulacros del Servicio Aéreo de Rescate (SAR) y la Armada; fiestas patronales como la de la Virgen del Pino, rescate de personas o temporales como el último que tuvo lugar en 2015, así como en la Tormenta tropical Delta de 2005. Otra de las situaciones que requirió de su presencia fue el conocido como Efecto 2000. «Fue cuando empezaron los rumores de que se iba a acabar el mundo y de que habría apagones. Todo rumores, pero nosotros teníamos miedo de que se produjesen falsas alarmas en discotecas o lugares donde se celebraban eventos, así que estuvimos trabajando hasta el mismo día 1 de enero de ese año», rememoraron después del acto Miguel Cuarental Curbelo (Tango 023) y Sergio Ramírez Díaz (Tango 024), quienes entraron a formar parte de la organización hace tres décadas.
Convertidos en dos de los miembros más veteranos de REMER, su pasión por la radioafición se remonta a varios años más atrás de empezar a colaborar con la Red Radio de Emergencia. Cuartental, que era profesor en la Universidad Laboral, se inició por curiosidad y para poder comunicarse con personas de otros países. Tanto él como su compañero han sido testigos de numerosas situaciones adversas en cuya lucha ellos han tenido que contribuir. «Antes, el antiguo jefe de Protección Civil, Miguel Ángel Carballo, nos podía llamar a cualquier hora», apuntó Ramírez Díaz. De manera que los dos han pasado muchas horas en la estación central que se encuentra en la sede de la Delegación del Gobierno desde donde ellos intervienen. De ahí que todavía se acuerden de aquel derbi de la Unión Deportiva Las Palmas y el Club Deportivo Tenerife que se suspendió por las inundaciones de la gota fría y ayudaron a evacuar a las personas; o de la vez que desde sus casas lograron que se desviase un avión para llevar hasta Sudamérica una medicina que necesitaban y que había aquí. Y es que la suya es una afición que traspasa ondas y barreras gracias a personas que, como ellos, velan por la ciudadanía de manera altruista al otro lado del altavoz.